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1. ¿Un Estado Fallido?

  • Hernan Quintana Diaz
  • 3 ago 2016
  • 5 Min. de lectura

La responsabilidad por las ineficacias administrativas de personeros del estado no es asunto del ciudadano, sino del Estado, el problema es que un monstruo de mil tentáculos llamado ignorancia, corrupción y mediocridad se ha arraigado en todos las esferas del aparato público desde sus inicios republicanos. Una de las tareas pendientes del gobierno actual, aparte de la revolución del campo y la revolución cultural, o de la conciencia, es desmontar la corrupción y la mediocridad afincada en el Estado. Las costumbres, ya lo dijo Aristóteles, conforman una segunda naturaleza. En el Ecuador nos hemos ido acostumbrando a la mentira, a la mediocridad, a la corrupción y a la ignorancia, de tal manera que no nos hemos dado cuenta de que hemos engendrado un Estado fallido, un Estado en que mandos medios pueden hacer de las suyas, e ignorar ordenes de sus superiores. En este sentido, el Ecuador es un estado fallido, responsables de este hecho son los ciudadanos ecuatorianos, en especial algunos empleados públicos, indolentes, mentirosos, mediocres, corruptos, e ignorantes, que se han enquistado en las instituciones públicas, en todos los gobiernos que hemos tenido desde que la oligarquía criolla se reveló contra España. Desde entonces, además de que ha sido el Estado ecuatoriano un botín de diferentes grupos de poder económico, paralelamente se ha ido arraigando en el aparato público una clase de gente, rastrera, oportunista, indolente y corrupta que ha hecho de la burocracia su guarida. Si es así, como afirmo, ¿cómo es posible que el Ecuador haya subsistido? El argumento de la banda de ladrones, de Platón, lo responde muy bien. “Una polis, un contingente organizado para la guerra, una banda de piratas o ladrones o cualquier etnos que se propusiera algo injusto, solo puede lograr sus objetivos si, aplican recíprocamente la justicia”. El granito de mostaza siempre lo tienen los ciudadanos correctos que si hay, gente honesta, pero esto es minoría, son un remanente. Los corruptos y mediocres son la mayoría, que se han apoderado del Estado; sin esa clase parasitaria no lo tendrían tan fácil los malos gobiernos de turno hayan hecho de las suyas, usando el Estado para sus los intereses gamonales, oligarcas, latifundistas, y oportunistas. Ahora intentarán un banquero neoliberal, una mentirosa contumaz, y otros sinvergüezas, y traidores de la patria, llegar al poder para saciar sus intereses mezquinos, y volver a un pasado vergonzoso, del cual el Ecuador empezó a salir. Este retorno al pasado es posible porque sus lacayos de la mala prensa, mienten y distorsionan la realidad descaradamente, pero sobre todo cuentan con una burocracia mediocre, sin ética profesional, que no le importa servir a la ciudadania, sino servirse de ella. Este universo de nocivos burócratas no solamente desacreditan la labor de los gobiernos de turno, sino que también pueden hacer perenne el reino de la corrupción y la mediocridad en todos los estratos del Estado. La falta de ética profesional de los malos servidores públicos, y por ende en una gran mayoría de ciudadanos, ha ido formando negativamente lo que es hoy el Estado ecuatoriano, un Estado fallido, el espejo fidedigno de otro universo de la sociedad civil ecuatoriana, que no termina por tomar conciencia de que lo que está en juego en las próximas elecciones es el retorno a un pasado vergonzoso, o la posibilidad de seguir construyendo un Ecuador digno, justo y desarrollado. Como lo anota Juan Carlo Monedero, fundador de Podemos en España, en su libro Disfraces del Leviatan, El papel del estado en la globalización neoliberal: “Vivimos un momento de transición de paradigmas, y en este viaje el Estado se está reorganizando de manera funcional para la reproducción capitalista. Ha sembrado la idea de que no le corresponde más a él la obligación de correr con la suerte de la ciudadanía, sino que esa tarea debe de ser compartida por mercados, empresas, asociaciones y organismos internacionales (lo que se llama gobernanza).” Si ganan la elecciones los opositores, de la esquina que vengan, lo primero que van a hacer es violar o desmontar la constitución de Monteristi, en lugar de perfeccionarla, y desechar el Plan Nacional del Bien Vivir, que se fundamenta en ella. Todo intento de hacer un Ecuador mejor, va a ser boicoteado, por las tradicionales élites, y por burócratas mediocres y corruptos. La constitución consagra como deber primordial del Estado, “planificar el desarrollo nacional, erradicar la pobreza, promover el desarrollo sustentable y redistribuir equitativamente la riqueza para alcanzar el buen vivir”, pero se olvidaron de consagrar en la constitución, la erradicación de la corrupción en el estado y en la sociedad civil. Todo intento de hacer un Ecuador mejor, va a ser boicoteado, por las tradicionales elites, y por los burócratas mediocres y corruptos. "La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios..” Antonio Gramsci, entonces en el Estado, y en el gobierno actual hay muchos infiltrados, pero de mediocres, corruptos y oportunistas. La constitución de Montecristi define al Estado ecuatoriano como un “Estado de derechos y justicia…”.( Art 1), pero en la realidad, la constitución de Montecristi, como interpreta Julio Echeverria, “Ya no está para defender a la sociedad frente a la discrecionalidad o arbitrariedad del poder político, sino para garantizar la plena realización de los derechos sociales, económicos”. Si es así, ¿quien defiende a los ciudadanos de las arbitrariedad del poder del estado?. ¿Qué hacer si burócratas no garantizan, sino que violan derechos constitucionales, ciudadanos y naturales? ¿Qué sucede si el Estado, en la realidad, no garantiza la realización de los derechos, sino todo lo contrario, los transgrede?. Al empleado público no le pasa nada, porque actúa bajo orden; y el espíritu de cuerpo les protege; en palabra más directas: entre mediocres, corruptos y oportunistas se cubren las espaldas. Pero, si el ciudadano transgrede derechos de un empleado público pues va a la cárcel inmediatamente, sin juicio previo. ¿Y el servidor público que corona tiene?, pues, goza de inmunidad, ni siquiera es responsable ante la ley civil de sus transgresiones contra un ciudadano, y no hay reglamentos administrativos internos que protejan al ciudadano, ya que la corrupción y la mediocridad se ha anidado en el Estado. Los casos en que se han denunciado estas infamias contra ciudadanos, y que la justicia se ha impuesto, no es representativo, comparado con la gran mayoría de casos de corrupción, mediocridad e indolencia que se pasa por alto, con tal “normalidad”, ya que es un hábito entre algunos “los servidores públicos” abusar de sus posiciones, sin miedos a consecuencias, ya que cuentan con sus superiores, quienes con ignorar los casos cubren las espaldas a sus subalternos. Esto lo puedo demostrar, lo he vivido, tengo suficientes evidencias, de que, como afirma Julio Echeverria, el estado “Ya no está para defender a la sociedad frente a la discrecionalidad o arbitrariedad del poder político”, y burocrático. En verdad nunca estuvo. Y yo me pregunto: ¿por qué el Ministerio de Cultura y Patrimonio se niega a pagarme por servicios académicos solicitados y usados? Toda una cadena de servidores públicos implicados directa e indirectamente despiertan la sospecha de corrupción o por lo menos se evidencia su mediocridad; no es aceptable que una serie de empleados público que no han tratado mi caso correctamente, sigan impunes, ni siquiera han sido cuestionados por sus respectivos jefes, ministros, secretarios de estado, quienes mas bien dan la impresión de que ni se enteran de lo que pasa en el interior de sus respectivas instituciones estatales y ministerios. Ya son más de dos años, y se sigue negándose el Ministerio de Cultura y Patrimonio a pagar por mi servicios académicos prestados y aplicados en el entonces Proyecto Universidad de las Artes. (continua)

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